The Euston Manifesto in Spanish

El Manifiesto de Euston

Por una renovación de la política progresista


A. Preámbulo

Somos demócratas y progresistas, y proponemos un nuevo alineamiento político. Muchos pertenecemos a la izquierda, pero los principios que propugnamos no provienen
exclusivamente de este ámbito. De hecho, abarcamos desde la izquierda socialista hasta los liberales igualitarios y otros comprometidos de manera clara con la democracia. En realidad, la reconfiguración del pensamiento progresista a la que aspiramos implica el trazado de una frontera entre las fuerzas de izquierdas que permanecen fieles a sus valores auténticos y otras corrientes que últimamente han manifestado una excesiva flexibilidad respecto de esos valores. Supone hacer frente común con los demócratas de verdad, sean o no socialistas.

Nuestra iniciativa hunde sus raíces en Internet, especialmente en la “blogosfera”, a través del cual ha hallado su base de simpatizantes. Somos conscientes, sin embargo, de que esta base política está infrarrepresentada en otros ámbitos, como los medios de comunicación y otros foros de la vida política contemporánea.

A continuación exponemos nuestra declaración de intenciones, resumida en principios básicos que suscribimos. Con ella inauguramos un nuevo sitio en la Web que brindará apoyo a la corriente de opinión que aspiramos a representar y que acogerá diversos blogs fundacionales y otros sitios en la Web que se asocian a este llamamiento por una nueva configuración progresista.


B. Declaración de principios

1. Por la democracia

Manifestamos nuestro compromiso con las normas democráticas, sus procedimientos e instituciones, entre las que destacamos la libertad de opinión y reunión, los comicios libres, la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y la del Estado y la religión. Apreciamos las tradiciones e instituciones y el legado de buen gobierno de aquellos países en los que ha arraigado la democracia pluralista y liberal.

2. Contra la apología de la tiranía

Nos negamos a justificar o a manifestar nuestra indulgente “comprensión” de los regímenes y movimientos reaccionarios para los cuales la democracia es un enemigo detestado; unos regímenes que oprimen a sus propios pueblos y unos movimientos que aspiran a poder hacerlo. Trazamos con mano firme una frontera entre nosotros y quienes desde posturas progresistas de izquierdas se apresuran actualmente a brindar razones exculpatorias a estas fuerzas políticas.

3. Derechos humanos para todos

Consideramos que los derechos humanos fundamentales inscritos en la Declaración Universal son precisamente universales y que son obligatorios para todos los Estados y movimientos políticos y, de hecho, para todos los seres humanos. Las violaciones de estos derechos deben ser condenadas, con independencia de quiénes sean sus responsables y de cuál sea su contexto cultural. Rechazamos el doble rasero que actualmente aplica buena parte de la autoproclamada opinión progresista, para la que las violaciones de los derechos humanos más benignas (aunque desgraciadamente existentes) cometidas cerca de casa o a manos de gobiernos desfavorecidos son siempre más denunciables que otras violaciones flagrantemente más graves. Rechazamos asimismo el relativismo cultural en virtud del cual es posible sostener que estos derechos humanos básicos no son aplicables a determinadas naciones o pueblos.

4. Igualdad

Abrazamos los principios de una política igualitaria universal. Aspiramos al progreso en las relaciones entre los sexos (hasta lograr la igualdad de género plena), entre diferentes comunidades étnicas, entre los seguidores de las diversas religiones y quienes no tienen afiliación religiosa y entre personas de distintas orientaciones sexuales, así como a la igualdad social y económica más amplia en todos los ámbitos. Por manifestarse entre nosotros diferencias de apreciación al respecto, dejamos abierta la definición de las mejores formas económicas de lograr esta igualdad generalizada, pero apoyamos los intereses de los trabajadores en todo lugar y su derecho a organizarse para defenderlos. Los sindicatos democráticos son las organizaciones de base en la defensa de los intereses de los trabajadores y una de las más importantes fuentes de los derechos humanos, la promoción de la democracia y el internacionalismo igualitario. Los derechos laborales son derechos humanos. Consideramos una prioridad la adopción universal de las Convenciones Internacionales de Regulación del Trabajo, en la actualidad sistemáticamente ignoradas por los gobiernos de todo el planeta. Estamos comprometidos en la defensa de los derechos de la infancia y en la protección de las personas contra la esclavitud sexual y cualquier forma de malos tratos institucionalizados.

5. Desarrollo para la libertad

Defendemos el desarrollo económico global para la libertad y contra la opresión económica estructural y la degradación del medio ambiente. La expansión actual de los mercados globales y la libertad de comercio no deben servir los limitados intereses de una pequeña elite corporativa del mundo desarrollado y sus asociados en los países en desarrollo. Los beneficios del desarrollo a gran escala a través de la expansión del comercio global deben distribuirse los más ampliamente posible a fin de servir los intereses económicos y sociales de los trabajadores, agricultores y consumidores de todos los países. La globalización debe aspirar a una integración social global y al compromiso con la justicia social. Apoyamos una reforma radical de las principales instituciones encargadas del gobierno global de la economía (Organización Internacional de Comercio, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial) para que lleven a cabo estas políticas, y apoyamos asimismo el comercio justo, el incremento de las ayudas, la cancelación de la deuda y la campaña “Make Poverty History”. El desarrollo puede garantizar el incremento de la esperanza de vida y la mejora de su disfrute, mediante la atenuación de los trabajos más pesados y la disminución de la jornada laboral. También puede aportar una mayor libertad a los jóvenes, posibilidades de nuevas actividades para los adultos y seguridad para los ancianos. Incrementa las perspectivas y oportunidades de viajar y contribuye a que los extraños se hagan amigos. El desarrollo global debe implementarse de manera que garantice un crecimiento sostenible para el medio ambiente.

6. Oposición al antiamericanismo

Rechazamos con la mayor firmeza el antiamericanismo que actualmente infecta una parte importante del pensamiento progresista de izquierdas y parte del conservador. No se trata de postular a EE.UU. como modelo de sociedad, de cuyos problemas y defectos somos conscientes. Pero éstos forman parte también, en mayor o menor medida, de todo el mundo desarrollado. Estados Unidos de América es un gran país y una gran nación, que alberga una democracia consolidada con una noble tradición a sus espaldas y logros sociales y constitucionales duraderos alcanzados en su nombre. Sus gentes han producido una cultura llena de vida que procura placer, conocimiento y envidia a millones de personas. El hecho de que la política exterior de EE.UU. con frecuencia haya luchado contra gobiernos y movimientos progresistas y apoyado a algunos que son autoritarios y regresivos no puede justificar un prejuicio generalizado contra ese país y sus gentes.

7. Por la solución de los dos estados

Reconocemos el derecho tanto del pueblo israelí como del palestino a la autodeterminación, en el marco de dos estados distintos. La subordinación o eliminación de los legítimos derechos e intereses de una de las dos partes del conflicto no puede constituir una solución razonable del mismo.

8. Contra el racismo

Para los progresistas y la izquierda el antirracismo es un axioma de base. Nos oponemos a cualquier forma de prejuicios y comportamientos racistas, trátese del racismo antiinmigrantes de la extrema derecha; del racismo interétnico y tribal; del racismo contra personas originarias de países musulmanes y sus descendientes, especialmente en el marco de la Guerra contra el Terrorismo. La reciente reaparición de otra forma ancestral de racismo, el antisemitismo, no ha sido aún convenientemente reconocida en ambientes progresistas y de izquierda. Algunos explotan los legítimos agravios del pueblo palestino sometido a la ocupación israelí para enmascarar sus prejuicios contra el pueblo judío detrás del eslogan del “antisionismo”. De más está decir que también nos oponemos a este tipo de racismo.

9. Unidos contra el terror

Nos oponemos a todas las formas de terrorismo. El asesinato deliberado de civiles es un crimen reconocido por las leyes internacionales y todos los códigos de conducta bélica, y no puede ser justificado con el argumento de que se realiza en nombre de una causa justa. El terrorismo de inspiración islamista es hoy una realidad generalizada. Constituye una amenaza a los valores democráticos y la libertad de las personas en numerosos países. Ello no debe servir de justificación para los prejuicios contra los musulmanes, que son sus principales víctimas y entre los que se encuentran algunos de sus más valientes opositores. Pero como todo terrorismo, éste constituye una amenaza que ha de ser combatida y no justificada.

10. Un nuevo internacionalismo

Apoyamos una política internacionalista y la reforma de las leyes internacionales en pro de la democratización y el desarrollo globales. Las intervenciones humanitarias, cuando son necesarias, no son un desprecio de la soberanía sino su conveniente aplicación a la “vida en común” de las personas. Sólo los Estados que protegen mínimamente la vida en común de sus gentes (porque no torturan, asesinan o masacran a sus propios civiles y cubren sus necesidades vitales básicas) merecen que su soberanía sea respetada. Pero si el mismo Estado viola la vida en común de manera flagrante, su derecho a la soberanía queda revocado, y la comunidad internacional tiene la obligación de intervenir humanitariamente. Cada vez que se traspasa el límite de la inhumanidad, se impone la “responsabilidad de proteger”.

11. Apertura crítica

Basándonos en la desastrosa experiencia de las justificaciones de los crímenes del estalinismo y el maoísmo avaladas por la izquierda, así como en más recientes ejemplos de esta conducta (algunas reacciones a los crímenes del 11-S, la búsqueda de excusas para el terrorismo suicida, la reciente y vergonzosa colaboración entre el movimiento del “no a la guerra” y los teócratas dogmáticos), rechazamos la idea de que no puede haber enemigos en la izquierda. Del mismo modo, rechazamos la idea de que no pueden tenderse puentes a ideas y personas situadas a nuestra derecha. Los izquierdistas que hacen causa común con. o hallan excusas para, las fuerzas antidemocráticas deben ser criticados de la manera más clara y contundente. A la inversa, prestamos atención a voces e ideas liberales y conservadoras que contribuyen al fortalecimiento de las normas y prácticas democráticas y a la lucha por el progreso de la humanidad.

12. La verdad histórica

En sintonía con los presupuestos humanistas de base del movimiento a favor del progreso de la humanidad, manifestamos enfáticamente el deber de los genuinos demócratas de respetar la verdad histórica. No sólo los fascistas, los negacionistas y otros de esta especie han intentado borrar las huellas de la historia. Una de las tragedias de la izquierda es que su misma reputación se vio masivamente comprometida por el movimiento comunista internacional, y algunos de sus miembros aún no han aprendido la lección que se impone. La honradez política y la franqueza son para nosotros una obligación fundamental.

13. Libertad de pensamiento

Defendemos la tradicional libertad de pensamiento liberal. Más que nunca, hoy es necesario afirmar que, con las normales limitaciones contra la difamación, el insulto y la incitación a la violencia, se debe defender el derecho a criticar ideas (incluso sistemas de ideas) suscritas por otros. Esto incluye la libertad de criticar las religiones, tanto los credos específicos como la religión en general. El respeto debido a los otros no supone el silenciar las propias creencias cuando se constata que están siendo relegadas.

14. Código abierto

En el marco del libre intercambio de ideas, y con el fin de fomentar las iniciativas intelectuales conjuntas, apoyamos el desarrollo sin trabas del software y otras herramientas creativas y nos oponemos al registro de genes, algoritmos y fenómenos de la naturaleza. Nos oponemos a la aplicación retroactiva de las leyes de propiedad intelectual en beneficio de los intereses corporativos de los propietarios de derechos de autor. El modelo “open source” (código abierto) es colectivo y competitivo, colaborativo y meritocrático. No es un ideal teórico sino una realidad comprobada que ha generado un conjunto de bienes comunes cuya solidez y fortaleza se ha consolidado durante décadas. De hecho, la colaboración en el marco del código abierto se desprende de los ideales colegiados de la comunidad de investigadores científicos, que han sido la fuente del progreso del hombre a lo largo de los siglos.

15. Una herencia que hay que proteger

Rechazamos el miedo a la modernidad, el miedo a la libertad, el irracionalismo, la subordinación de las mujeres. Y reafirmamos las ideas que inspiraron los grandes llamamientos colectivos de las revoluciones democráticas del siglo XVIII: libertad, igualdad y solidaridad, derechos humanos, búsqueda de la felicidad. Estas ideas seminales se convirtieron en nuestra herencia gracias a las transformaciones socialdemócratas, igualitarias, feministas y anticolonialistas de los siglos XIX y XX, que aspiraron a la búsqueda de la justicia social, el estado del bienestar, la hermandad y sororidad de todos los hombres y mujeres. Nadie puede verse excluido, nadie debe quedar marginado. Somos partidarios de estos valores. Pero no somos fanáticos, y por ello abrazamos igualmente los valores del libre cuestionamiento, el diálogo abierto y la duda creativa, del juicio ponderado y la conciencia de los límites impuestos por la realidad. Nos oponemos con el mayor vigor a la imposición de una verdad total, incuestionable y acrítica.


C. Elaboraciones

Defendemos las democracias pluralistas y liberales contra quienes ignoran las diferencias entre ellas y los totalitarismos y otros regímenes tiránicos. Pero las democracias tienen sus propios defectos y limitaciones. La lucha por el desarrollo de instituciones y actuaciones más democráticas, y a favor del acceso al poder de quienes carecen de influencia, voz o recursos políticos, es un aspecto vigente para cualquier programa de izquierdas.

Las bases económicas y sociales en las que las democracias liberales se asientan están marcadas por profundas desigualdades de riqueza y salarios y por la pervivencia de privilegios inmerecidos. A su vez, las desigualdades globales son objeto de escándalo para la conciencia moral de la humanidad. Millones de seres humanos viven en la más terrible pobreza. Cada semana, decenas de miles de personas (sobre todo niños) mueren de enfermedades curables. La desigual fortuna, entre individuos y entre países, reparte arbitrariamente entre los hombres la posibilidad de sobrevivir.

Este estado de cosas es un reproche permanente a la comunidad internacional. Nosotros, personas de izquierdas, respetando nuestras tradiciones, luchamos por la justicia y una vida digna para todos. En nombre de esas mismas tradiciones, también hemos de luchar contra las poderosas fuerzas de tiranías de corte totalitario que han vuelto a ponerse de manifiesto. Tenemos que librar estas dos batallas simultáneamente. No es posible sacrificar ninguna.

Repudiamos el modo de pensamiento según el cual los sucesos del 11 de septiembre de 2001 fueron la moneda justamente devuelta a Estados Unidos, y que son “comprensibles” a la luz de los legítimos agravios generados por la política exterior de este país. Ese día se perpetró un asesinato masivo, inspirado por odiosas creencias fundamentalistas, que nada puede redimir. Ninguna formulación evasiva es capaz de ocultar este hecho.

Los impulsores fundacionales de este manifiesto adoptaron posturas diferentes ante la intervención militar en Irak, unos a favor y otros en contra. Reconocemos que era posible disentir razonablemente de las justificaciones de dicha intervención, la manera en que fue llevada a cabo, la planificación (o falta de planificación) del período posterior y las posibilidades reales de una implementación exitosa del cambio democrático en ese país. No obstante, todos coincidimos en la valoración del carácter reaccionario, semifascista y asesino del régimen baasista iraquí, y reconocemos en su derrocamiento la liberación del pueblo iraquí. También nos reúne la opinión de que, desde ese día, la primordial preocupación de los auténticos progresistas e izquierdistas debió de ser la lucha por lograr la implantación en Irak de un orden político democrático y la reconstrucción de las infraestructuras del país, así como la creación, después de décadas de la más brutal opresión, de un marco de vida para los iraquíes condigno con el que quienes viven en países democráticos dan por supuesto, en lugar de escarbar entre las ruinas de Irak en busca de argumentos sobre la intervención.

Esta actitud nos opone no solamente a quienes en la izquierda se han manifestado abiertamente a favor de las bandas de criminales djihadistas y baasistas de la mal llamada resistencia iraquí, sino también a quienes han buscado la manera de situarse entre estas fuerzas y los grupos que luchan por instaurar en ese país nuevas formas de vida democrática. Tampoco somos de la cuerda de quienes con la boca pequeña se declaran a favor de estos fines, mientras dedican la mayor parte de sus energías a criticar a sus adversarios políticos en casa (supuestamente responsables de todas las dificultades encontradas en Irak) y mantienen un silencio táctico casi total sobre las impresentables fuerzas de la “insurgencia” iraquí. Los numerosos opositores de izquierdas a un cambio de régimen en Irak que han sido incapaces de comprender los motivos que han conducido a otros miembros de la izquierda a apoyar ese proceso y que se dedican a decretar su anatema y excomunión, llegando recientemente a exigirles que hagan acto de contrición y se arrepientan, delatan con claridad meridiana los valores democráticos en los que creen. Las agresiones vandálicas contra sinagogas y cementerios judíos y los ataques a las personas judías están incrementándose en toda Europa. El “antisionismo” ha crecido hasta el punto de que supuestas organizaciones de izquierdas aplauden y apoyan a oradores abiertamente antisemitas y forman alianzas con grupos antisemitas. Entre personas cultas y acaudaladas se hallan individuos que no tienen empacho en afirmar que la guerra de Irak se hizo para defender intereses judíos o que elaboran otras sutiles y “educadas” insinuaciones acerca de la influencia de los judíos en la política nacional e internacional; unas insinuaciones que durante más de cincuenta años, y a consecuencia del Holocausto, nadie se hubiese atrevido a hacer públicamente sin correr el riesgo de deshonrarse. Nos oponemos firmemente a cualquier manifestación de este tipo de intolerancia.

La violación de derechos humanos básicos en Abu Graib y en Guantánamo y la práctica de la “rendición” deben ser vigorosamente condenadas por lo que son: una desviación de los principios universales de cuya histórica adopción los mismos países democráticos, y principalmente Estados Unidos, son mayoritariamente responsables. Pero rechazamos el doble rasero que hoy permite a la mayor parte de la izquierda calificar de máximas violaciones de los derechos humanos las perpetradas por las democracias, mientras silencian o callan infracciones que las superan con creces. Esta tendencia ha alcanzado un grado tal que miembros oficiales de Amnistía Internacional, una organización que se ha ganado un enorme respeto en todo el mundo por su invalorable labor de décadas, puede ahora permitirse elaborar grotescas comparaciones entre Guantánamo y el Gulag, y afirmar que las leyes adoptadas por EE.UU. y otras democracias liberales en su Guerra contra el Terrorismo constituyen el mayor ataque contra los principios de los derechos humanos de los últimos 50 años, mientras voces progresistas y de izquierdas los aplauden por ello.


D. Conclusión

Es de vital importancia para el futuro de las políticas progresistas que las personas de sensibilidad liberal, igualitaria e internacionalista alcen hoy su voz con claridad. Debemos definirnos en contra de todos aquellos para quienes las políticas democráticas y progresistas han quedado subordinadas a un simplista y elemental “antiimperialismo” y/o a la hostilidad hacia la actual administración estadounidense. Los valores y objetivos que realmente constituyen esas políticas – los valores de la democracia, los derechos humanos, la batalla permanente contra el poder y los privilegios injustificados, la solidaridad con los pueblos que luchan contra la tiranía y la opresión––son los que más duraderamente definen los contornos de cualquier izquierda a la que valga la pena pertenecer.